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ENTREVISTA | Las mujeres somos a veces cómplices activas de los delincuentes: Liliana Blum

  • Mónica Maristain
  • 1 abr 2017
  • 2 Min. de lectura
No sabes quién se esconde detrás de un disfraz de cordero, dice la autora de El monstruo pentápodo, un libro en el que la autora norteña muestra, con gran destreza, uno de los rincones más oscuro de la naturaleza humana.


Ciudad de México, 1 de abril (SinEmbargo).- Dice que quiere ser la primera mujer en escribir novelas policiales en México, una tradición distinta y con amplias posibilidades de éxito, teniendo en cuenta su última historia, El monstruo pentápodo.


La vida de un pederasta en Durango, la existencia de una enana que se enamora de él y está dispuesta a perdonarle todos los crímenes es fruto de “que me intriga mucho la naturaleza humana, por qué hacemos las cosas que hacemos o si sería posible hacer cosas diferentes, si no estuviéramos restringidos por la sociedad. O vives reprimido toda la vida o te vuelves un monstruo que hace daño”.

Autora de Pandora, la vida de una mujer con exceso de peso, Liliana Blum se encarama como una de las autoras más interesantes de nuestro país, algo que va mucho más allá del género, donde parece encontrarse bien y mimada por sus colegas hombres.



–¿Hay cosas que podemos saber de los asesinos en serie, de los pederastas?


–El protagonista de la novela tiene un asesinato en su pasado, aunque podemos pensar que no es un asesino en serie. Claro que si no lo hubieran atrapado, sería la tendencia.


–Por otra parte, hay toda una parte en la que él trata de reprimirse


–Sí, es verdad. Lo suyo no es matar por el placer de hacerlo, la mente de una persona así funciona como la de un asesino. Sí y lo más probable es que la niña se hubiera muerto. Como dice la coprotagonista cuando ella crezca va a haber algo que no le va a gustar y algo va a tener que funcionar con ella.


–¿Hubo algún caso especial para el libro, obvio el de Bélgica?


–Sí, cito el de Bélgica, el de Natasha Kampush, pero más que nada lo que me llevó a escribir esto fue una pareja inglesa, formada por dos personas maduras, tenían hijas adultas, el tipo tenía unas cuantas jaulas debajo de la casa, con mujeres jóvenes, de las que abusaba sexualmente y la esposa sabía y lo ayudaba a cazarlas. Siempre me ha intrigado saber qué hay en la cabeza de una mujer, que sabe eso y que se convierte en cómplice activa. Las mujeres, algunas, somos capaces de tolerar muchas cosas con la excusa de no estar solas. A veces son malos tratos, violencia psicológica y otras son la complicidad con un hombre delincuente.


–En el caso de la mujer de tu libro acepta todo


–Al principio no sabía, pero llega un momento en que las cosas le quedan muy claras y denunciar las cosas le lleva un gran proceso mental. Cuando las cosas están mal solemos justificarlo para nosotros mismos y luego para los demás.


–¿Qué fue el proceso más complicado, el de él o el de ella?


–Él de él, porque como mujer me podría haber identificado con ella. Lo que más me costó fue escribir ciertas escenas y me asqueaba a mí misma, pero sin embargo sentía que eso debía narrar, porque cuando un hombre comienza a codiciar a una niña, debes hacerlo notar.


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