Liliana Blum y el alevoso talento para la desazón
- Luis Cortés
- 3 abr 2017
- 2 Min. de lectura

Si nos dejáramos seducir un momento por los comentarios de las voces que saben, podríamos llegar a creernos eso de que la obra de Liliana Blum (Durango, 1975) es sólo novela negra (whatever that means), o que ella es una gran figura de la literatura femenina mexicana actual, o que es una gran narradora del norte de México. Pero nada de esto sería correcto, y no porque sea mentira (salvo la siempre engañosa parte geográfica), sino porque siempre las etiquetas, al acotar, reducen. Lo que es cierto es que Liliana Blum es una gran escritora, así, en el concepto entero y sin precisiones innecesarias. Y lo que también es cierto es que Liliana Blum acaba de publicar lo que hasta ahora parece ser la mejor novela del año en nuestro país.
En El Monstruo Pentápodo (Tusquets Editores, 2017) Liliana Blum lleva al extremo muchos de los recursos que ya había planteado con muy buenos resultados en su anterior novela Pandora (Tusquets Editores, 2015), abordándolos con mayor soltura y cuidado, cómoda en la construcción de su historia y con una evidente alevosía que consigue un libro redondo, turbador y cautivante. Al pasar de la anastimafilia y el alimentarismo, a la pedofilia, Blum parece seguir el consejo de Faulkner y escribe sin pensar en familia, amigos o conocidos, y desde esa posición decide no darnos tregua, nos incomoda y sacude, nos mueve y nos conmueve: apela a nuestros viejos miedos y a nuestras inquietudes cotidianas, a las sombras que, en nuestro propio vecindario, detrás de las esquinas saltan sobre nosotros para recordarnos que este mundo en el que vivimos está lleno de afiladas aristas. Blum se siente a todas luces más cómoda con su prosa en esta novela, sus frases tienen más peso en nuestro ánimo y el lector se descubre detenido ante ciertas líneas que guardan una belleza lúbrica, como ciertos insectos, como esas cosas que no habitan nuestros días.
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