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ENTREVISTA/ EL SIGLO DE TORREÓN- Liliana Blum

  • YOHAN URIBE JIMÉNEZ
  • 9 may 2017
  • 3 Min. de lectura

Liliana Blum es tan hábil como despiadada. No se toca el corazón para empujar al lector al foso donde habita esa bestia con piel de ángel que se esconde a plena luz y que podría ser tu vecino, o el mío, o el de cualquiera… En su más reciente novela, El monstruo pentápodo, narra la historia de Raymundo Betancourt, ciudadano modelo: profesionista honesto y responsable, solidario y comprometido con el bienestar de su comunidad. Pero como la vida no solo es trabajo, también se permite dos sencillos placeres cotidianos: los chicles de canela y las niñas que mantiene secuestradas en su sótano. El monstruo pentápodo nos enfrenta sin ambages ni eufemismos con la mente oscura del asesino, del psicópata adorable y manipulador ante cuyos encantos sucumbió Aimeé, otra 'pequeña', pero a su modo, hasta el punto de volverse cómplice a cambio de un poco de amor.


Los escritos de Liliana Blum son parte de las antologías Atrapadas en la madre, El espejo de Beatriz, El crimen como una de las bellas artes, Óyeme con los ojos: de Sor Juana al siglo XXI, y Three Messages and a Warning: Contemporary Mexican Short Stories of the Fantastic. Es coeditora de la antología Perros de agua: nuevas voces en el sur de Tamaulipas. También es autora de la novela Pandora, de la novela breve Residuos de espanto y de los libros de cuentos No me pases de largo, Yo sé cuando expira la leche, El libro perdido de Heinrich Böll, The Curse of Eve and Other Stories, Vidas de catálogo, ¿En qué se nos fue la mañana? y La maldición de Eva.


¿De dónde la atracción por un género poco común entre las autoras mexicanas?


Yo no es que escriba de repente, esos temas como sórdidos siempre me han llamado la atención, aunque en mis cuentos sí aparecen temas como el incesto, las violaciones, pero como novela tienes la posibilidad de desarrollar mejor una historia. A mí me llama mucho la atención este tipo de personajes como monstruos, tanto físicamente como en su personalidad, como el caso del pedófilo, es un monstruo, pero que por fuera parece normal; en cambio está la enana que tiene una deformidad física que no se puede ocultar, pero que en una sociedad como la que vivimos se vuelven víctimas, personas vulnerables.


A mí siempre me ha gustado explorar estos temas oscuros de la naturaleza humana, sé que no es un género que se aborde mucho por escritoras, de hecho me acaban de invitar a las jornadas de novela negra y otros encuentros parecidos en el año, eso me hizo darme cuenta de que realmente hay solo dos o tres escritoras más que abordan este tipo de historias, es muy limitado.


¿Ubicas la historia en Durango, pero te apartas de temas como el narco y la violencia?


Yo soy de Durango y viví 15 años en Tampico, Tamaulipas, y justo eso me pasó con mi otra novela que se llama Pandora. Una vez me hicieron una entrevista y me decían que por ser de Durango y vivir en Tamaulipas esperaban que escribiera sobre la violencia y el narco, y yo contesté que precisamente por eso, por ser algo que había tenido que vivir muy cerca, balaceras, colgados en los puentes, y todo lo que observé en Tamaulipas, incluyendo el secuestro de una amiga y una cuñada, pasar por el lado de un cadáver y saltar charcos de sangre, cosas muy feas, para mí eso no merece estar en mi literatura, no me interesa contarlo.


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