Reseña: “El Monstruo Pentápodo”
- Fernando de la Rosa
- 30 may 2017
- 1 Min. de lectura

Quién no tiene un gusto culposo; somos criaturas de placer, después de todo; hedonistas por naturaleza, saciando nuestra hambre al menor atisbo, tomando un trozo de brócoli cuando ningún carnívoro nos observa, escuchando alguna pseudo trova cuando los demás oídos se distraen, o leyendo y tarareando aquel género prohibido por las mentes “superiores”, cuando nos cobija la soledad.
Pero qué pasa con aquellos placeres “prohibidos”, esos deseos que, más por convenio social que por simple rechazo personal, romperían con el frágil esquema de una sociedad funcional. Habemos demasiados tabúes en nuestro cerrado mundo, que disfrazamos con palabras como “asqueroso”, o “enfermo”; pero que no son tan diferentes a un inusual gusto por un autor o… esperen… sí lo son. Necrofilia, Coprofilia, Pedofilia, y demás Parafilias que tratan de englobar comportamientos “ajenos” a una persona funcional en sociedad, pero que todos, sin excepción, hemos imaginado, y disfrutado en el refugio de nuestra mente.
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