top of page

LA FELICIDAD DEL MONSTRUO PEDERASTA

  • Francisco Martínez Bouzas
  • 2 jun 2017
  • 2 Min. de lectura

No obstante su juventud, Liliana Blum (Durango, 1974), ha frecuentado con asiduidad y éxito la narrativa, tanto en el formato corto con siete libros de cuentos de su autoría, varios de ellos recogidos en antologías, como en el de largo aliento. Es autora de la novelaPandora (2015) y de El monstruo pentápodo, las dos editadas por Tusquets México. El título de esta última es un préstamo, tal como la autora señala en la frase epigráfica que inaugura la novela, de Lolita de Vladimir Nabokov (“Yo era un monstruo pentápodo, pero te quería”) y con la que se describe a uno de los más célebres pedófilos de la literatura, Humbert Humbert, si bien el protagonista de la novela de Liliana Blum, Raymundo Betancourt, supera con creces el sórdido enloquecimiento del obsesivo amante de la ninfa de doce años de Nabokov; y nos remite a la amplísima nómina de monstruos depredadores sexuales de la vida real. En ambas piezas ficcionales, Liliana Blum agasaja al lector con algo que forma parte de sus genes como escritora; deseos oscuros, decisiones que se fraguan entre dilemas, conflictos, porque sin eso no habría novela.


El monstruo pentápodo es una pieza narrativa cuyo núcleo temático es la pedofilia y el secuestro. Pederastia por consiguiente. Pedofilia no en el interior de la familia -es la más frecuente-, sino llevada a cabo por un personaje ajeno al ambiente familiar, Raymundo Betancourt, aparentemente un hombre inofensivo, amable, un profesional responsable y solidario con el bienestar de su comunidad. Por afuera, la antítesis del monstruo, pero monstruo al fin y al cabo disfrazado con piel de cordero. Es un pederasta activo y, aunque se esfuerza en resistir a sus deseos e impulsos, ya ha cedido alguna vez con fatales consecuencias para su víctima.


Comments


bottom of page