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De miedo

  • Adela Celorio
  • 12 jun 2017
  • 2 Min. de lectura

“Si el mundo se acaba yo me voy pa' Mérida”, decía mi padre. Estoy considerando seriamente apagar la luz y largarme para allá.


“Escribir un mal libro representa tanto trabajo como escribir uno bueno. Ambos nacen con igual sinceridad, del alma del autor.“ Aldous Huxley


El mundo no está como para guardarle respeto. Bad hombres, con el poder de apretar un botón y hacer de nuestro hermoso planeta una bola de fuego, jugando a las guerritas. No es una amenaza como para dormir tranquila.


Lo único bueno de ese horror es que podré verlo en tiempo real desde la pantalla de mi celular aunque sea lo último que vea. Ahora que, si esa la libro, aún me queda por ver cómo hacemos para rescatar a México de las ruinas que con firme determinación van haciendo los gobernantes de mierda que nosotros mismos hemos elegido; quienes aunque no se levanten pensando en cómo jodernos (o eso dicen) lo consiguen exitosamente.


Cuando escribo esto, pacientísimo lector, no sé todavía a quién le dará usted su voto, pero es indudable que si no lo hace concienzudamente seguirán los moreirazos, aparecerán nuevos Duartes, Yarringtons, Montieles y tantas otras caras del PRI. Si no se tomó el tiempo para conocer de cerca a su candidato y vota así nomás, al tuntún, luego no se queje de que sigan en el poder los delincuentes y la violencia que estos acarrean con sus perversos manejos.


Lo único necesario para que el mal triunfe, es que la gente buena no haga nada y se quede lamentándose cómodamente en la sala de su casa.


A pesar de mi frustrante experiencia, no pierdo la esperanza de que muy pronto podamos conseguir gobernantes con verdadero interés por corregir el rumbo de catástrofe que sostiene con mano firme el maleado ámbito político de México. Y para no seguirnos deprimiendo, le recuerdo que si tampoco en estas elecciones conseguimos liberarnos de la onerosa carga de basura política, nos queda la consideración de que los seres humanos tenemos un plazo limitado en esta tierra y, por tanto, hemos de concertar nuestras vidas de manera que vivamos del mejor modo posible bajo un juego dado de circunstancias.


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