top of page

Entrevista a Liliana Blum sobre El monstruo pentápodo

  • Gabriela Cantú Westendarp
  • 21 ago 2017
  • 4 Min. de lectura

Con una prosa impecable y una línea narrativa trepidante y que exige parar a ratos para tomar aire, Liliana Blum nos presenta su nueva novela El monstruo pentápodo, publicada por Tusquets en 2017. La temática que aborda es el abuso infantil y la trata de personas, flagelos que acechan en todo el mundo y que no perdonan raza, creencia o estrato socioeconómico. Las minucias que narra la autora nos hacen conmovernos hasta rayar en el límite, cuestionarnos dónde está la línea que divide la maldad de la locura y pensar seriamente en qué podemos hacer cada uno de nosotros para detener estos crímenes. La valentía y sinceridad de esta narración me obliga a acercarme a Blum con el objetivo de provocar la lectura de esta pieza.


¿Cuál fue tu primer impulso para escribir esta novela?

Por razones personales, el abuso infantil ha sido un tema recurrente desde mis primeros trabajos. Es un tema tabú en la sociedad mexicana, y lamentablemente un hecho casi cotidiano, no tanto como lo que retrato en mi novela, sino al interior de los hogares, de las mejores familias, como dicen por allí. Ahora que miro hacia atrás, la semilla de esta novela ya se veía en varios cuentos míos de hace años. Por otra parte, los personajes fuera de tipo, en este caso no un pedófilo cualquiera, sino un psicópata también, siempre me han interesado y son otra de mis obsesiones. Asimismo, la temática de las mujeres que toleran ciertas cosas o llegan a realizar acciones que no harían de otra manera por retener a un hombre a su lado [algo que exploro en algunos cuentos, pero sobre todo en mi novela anterior, Pandora (Tusquets, 2015) es otro de mis leit motivs. Como ves, podríamos decir que con El monstruo pentápodo se juntan estos mis tres intereses, y de allí el impulso a escribirla.


¿Hiciste una investigación especial para la novela? Citas a Vladimir Nabokov, por ejemplo.

No hice una investigación per se, en absoluto. Resulta que todas mis lecturas de hace muchos años salieron a flote, y fueron muy útiles para mi novela. La primera vez que leí Lolita tenía diecinueve años y fue durante una clase de inglés en mi carrera. Otros textos citados en mi novela, como The collector, de John Fowles (que toca el tema del secuestro y abducción), o Little children, de Tom Perotta (que toca el de la pedofilia) entre otros, también los había leído hace años. Eso sin contar los libros de true crime y casos reales a los que también aludo en mi novela. De hecho, si pongo esos epígrafes entre los capítulos de mi libro es para mostrar que escribir sobre estos temas no es nada nuevo, para dejar claro que no estoy descubriendo el hilo negro y que, desde luego, no soy la primera en hacerlo.


¿Cómo construiste la mente criminal de Raymundo?

No fue complicado en absoluto. Raymundo, como todos los seres humanos, tiene un deseo muy fuerte. En realidad todos, si te pones a pensar bien, deseamos algo con toda nuestra alma. No todos, sin embargo, somos capaces de hacer lo que se necesita para obtenerlo, o fallamos en el intento. Raymundo simplemente sabe lo que quiere, está dispuesto a hacer lo que haga falta para tenerlo, y tiene éxito en obtenerlo, al menos por algún tiempo, pues a final de cuentas termina pagando por su delito. Pero es alguien que se atreve a perseguir su sueño sin importarle las consecuencias. Es valiente y osado en ese sentido, cuando la mayoría de las personas son cobardes o no se atreven por muchas razones. Esto suena a frase de superación personal y es terrorífico, lo sé, porque lo mismo aplica para cosas positivas que para las negativas. No es difícil meterse a una mente criminal. Todas las mentes, todo el deseo, funcionan igual. Sólo basta sustituir una cosa por otra, pero Raymundo no es distinto a cualquier personaje de novela en busca de algo.


¿Qué me dices de Aimeé, la enana como víctima y como captora, ella con su parálisis y luego con sus remordimientos?

El tema de Aimeé como víctima es muy debatible. Más bien, hay de víctimas a víctimas, pues no se puede comparar ser la víctima del engaño y la manipulación de un hombre, por más grande que sea, que ser secuestrada y violada. Sin embargo, sí hay una gran co-responsabilidad de Aimeé. Ella pudo haber evitado gran parte de la penuria de la niña si hubiera hecho lo correcto desde el principio. Y aquí entra la parte del engaño, el enamoramiento, el miedo a las represalias. Siempre he tenido curiosidad por saber qué hace que una mujer esté dispuesta a aguantar o tolerar ciertas cosas de un hombre, y mi teoría personal es que el miedo a la soledad es el gran culpable. Obviamente en mi novela es un extremo absoluto, pero a diario vemos o sabemos de mujeres que toleran violencia física o psicológica de sus parejas, algunos malos tratos, infidelidades, y ellas siguen allí, quizá por comodidad, por conveniencia económica, por miedo, o por no poder vivir bajo el adjetivo de mujer sola, mujer dejada, mujer divorciada, etc.


¿Cómo poder narrar la experiencia de la víctima?

En realidad no lo hago del todo. La novela está más bien centrada en los protagonistas: Raymundo y Aimeé. Haber narrado la novela desde el punto de vista de la víctima hubiera resultado en otra novela por completo. Lo que se narra más bien en mi novela es la experiencia del victimario y la víctima está allí solamente como objeto del deseo. No sé si he contestado bien a la pregunta.


Kommentare


bottom of page